El abrigo negro.

 

No entendía mucho lo que sucedía a su alrededor, mamá saliendo y entrando al cuarto de la nona, las tías y los otros familiares; después el doctor un señor muy serio con el maletín en mano hablaba muy bajito con su madre.

- Mami tengo hambre

- Ya hijo un minuto más y te sirvo

- No, yo quiero que me sirva mi nona

- Ella está enferma y no puede atenderte hijo

- No, ella me dijo que cuando todos se fueran me iba a servir la comida.

Desde que tuvo uso de razón vio a la nona a su lado, no eran muchos los años que tenia pero había aprendido a quererla mucho, las abuelas suelen tener esa paciencia adicional que los padres no poseen, ese pedacito de tolerancia que se estira lo suficiente para escucharlos, oírlos, contemplarlos y consentirlos. El doctor reflejando preocupación en su rostro se retiró, era el médico de la familia desde hacía muchos años, de allí su pesar por el estado de salud de la nona, no era una paciente más, los unía los años de amistad hacia una persona que estimaba y que siempre le colmó de atenciones. Saber la verdad esa "verdad" era una de las cosas que más detestaba de su profesión, se irá al cielo, musitaba, no hay otro lugar para una mujer como ella. Al oír cerrar la puerta el pequeño corrió al cuarto de la nona, era la primera vez que la veía triste y no lograba comprender por qué estaba enferma, siempre la vio fuerte robusta, saludable y de buen humor, le pidió por favor almorzar con él y ella lógicamente hizo el ademán de levantarse, cuando interrumpió la mamá a decirle que de ninguna manera; le dijo al pequeño que se quedara en el cuarto y le traería la merienda para ambos, lo que él aceptó con mucho entusiasmo.

Sentía mucha pena por la cercanía de su partida había trabajado toda su vida para su familia, conjuntamente con el abuelo quien fue un tipo apuesto, hombre fino y de gustos exquisitos como buen italiano, amante de la buena comida , de los vinos añejos, joven emprendedor que un día dejó su querida Italia pasa sentar sus raíces en tierras peruanas. Estaba conforme con lo que la vida le había dado, un buen esposo e hijos y ahora disfrutaba de los nietos - regalos de Dios y que no tienen precio- solía mencionar en cada conversación. Le apenaba que en sus últimos años, los pocos que le quedaban, tuviera que atender al pequeñín, lo adoraba, bello como un ángel, decía, su cabello rubio y los ojos claros como la madre y la inocencia propia de su edad habían terminado por robarle el corazón; lamentaba que el tiempo no le alcanzara para verlo adolescente siquiera. Ahora lo tenía al frente con una tremenda sonrisa, disfrutando del almuerzo, pero más, por estar cerca de ella.

-¿Estas enfermita, te duele algo nona?

- Lo que pasa es que me ha dado la enfermedad del sueño ¿Sabes cómo es eso mi amor?

- No.

- Pues es una enfermedad que te da mucho sueño y no puedes levantarte por más que quieras, entonces para curarte te ponen en una caja especial, muy cómoda por cierto y luego te llevan a un lugar muy bonito donde te curan.

-¿Y a ti te van a llevar a ese sitio?

- Pues sí, si ya no despierto me llevaran.

- ¿Y porque tiempo nona?

- Deja tu plato un momento y acércate hijo - mientras le tomaba las manos ensayó la mejor sonrisa con el afán de cubrir su verdadero sentir - si me tardara en regresar tu podrás hacer que yo vuelva cuando tú lo quieras.

- ¿Y cómo lo voy a hacer?

- Solo tendrás que desearlo y yo vendré, nada más

- No entiendo mucho, pero creo que cerrare los ojos, cruzaré mis brazos y diré: ven nona como

hacen los magos ¿Verdad?

- Pues algo así mi querido bebe, mi pequeño ángel, entonces yo apareceré en tu mente - le dijo

casi susurrando.

- ¿En mi mente??..... Ahora si no entiendo nona ¿Y en mi mente te voy a ver?

- Claro, claro que me veras, ahora no lo entiendes mi pequeñín, pero después lo harás y vendré a tu cabecita todas las veces que tú quieras.

Él siguió preguntando y preguntando hasta que ella muy ingeniosa le dijo que le relataría un hermoso cuento italiano de un niño que vivía en un lugar llamado Venecia y no era un niño cualquiera sino un pequeño que tenía la virtud de caminar por las aguas sin hundirse, él por supuesto pegó un grito de emoción al oír esto y olvidó sus preguntas, buscó acomodarse al lado de su nona y pedir que ya mismo comenzara con la historia. Los días transcurrieron hasta que una tarde oyó a su madre decir que la nona había partido, el corrió a su cuarto y la vio en su cama, no entendía de que hablaba su madre. Ahora estaba confundido y con cierto enfado, sentado en la sala, muy cerca de la nona, quien como le había dicho, estaba en una caja, vestida con sus mejores ropas, no tenía pijama como él pensó, pues le había llegado la enfermedad del sueño. Veía mucha gente en casa, la mayoría familiares que siempre solían venir de visita, mientras miraba la caja con su nona adentro, pensaba - ahora tengo que esperar y no sé cuánto tiempo, no me dijo, espero que sea pronto nona, sino me molestare contigo - ahora quien jugara conmigo, no hay quien me cuente historias - susurraba. En un momento vio a su madre que se sentó su lado con el rostro muy triste vistiendo un abrigo negro muy grande que inexplicablemente le llamó la atención y lo distrajo un poco de sus pensamientos, se apoyó en ella. El abrigo era afelpado muy cómodo, consiguió acomodarse, como cuando solía escuchar los cuentos de su nona y quedó dormido.

- Hey baby. Wake up ¿Are you ok?

Despertó de su inconsciencia, era su novia , quien sorprendida de verlo estático y con los ojos abiertos pensaba que estaba en trance o algo parecido.

- Wake up honey come on; I've been trying to wake you up for the last two minutes, ¿Do you hear me?

Él estaba sorprendido que el tiempo pasara tan velozmente desde aquel sillón sentado junto a su madre, vestida con aquel abrigo negro tan grande, hasta el lugar donde estaba ahora, la gran ciudad de Atlanta; miró a su novia y se puso de pie, la tomó por la cintura y levantándola muy sonriente le dijo:

* - "Sai una cosa la nonna era la donna piu maravigliosa del mondo, ed io non era addormentato, parlaba con lei, e lo posso fare quando voglio” Ella lo contemplaba sorprendida pero contenta porque sabía que él estaba feliz, mientras él la mantenía en sus brazos dando giros, danzando, cantaba, cantaba en italiano y reía a carcajadas, reía en todos los idiomas.

* Sabes una cosa, la nona era la mujer más maravillosa del mundo y yo no estaba dormido, y puedo hacerlo cuando yo quiera.

Carolita se fue.

 Por: Néstor Rubén Taype

El barrio quedó sorprendido, la noticia corrió como pólvora y doña Bertha, radio bemba de la cuadra se había esmerado como nunca en pasar la voz, era en realidad una primicia caliente - Carolita se largó a su país, su Guatemala querida, acompañada de sus dos hijos y ya no regresaría nunca más.

La gente que la conocía no lo podía creer, ella era una mujer muy trabajadora tanto como su esposo, llevaban casi diez años de vivir en este país. Todos se preguntaban si alguien había logrado llamarla después de su súbito viaje, y también saber como doña Bertha la chismosa oficial de la cuadra se había enterado de tremenda noticia antes que nadie. Sobre todo si ella no se hablaba con Carolita, quien precisamente la detestaba por ser una falsa y lengua larga.

El entorno de amigos y familiares más cercanos de Carolita y su esposo Valentín, estaban ligados al oficio de la limpieza. Desde que arribaron en busca del sueño americano, se dedicaron a esta labor gracias a que él fue contratado por una importante empresa. Por su empeño y esfuerzo consiguió colocarse en una estratégica posición, ser nada menos que el brazo derecho del manager de la zona norte de Nueva Jersey.

El rubro principal de la compañía entre otras cosas, era brindar servicio de mantenimiento a una numerosa cartera de clientes tales como, oficinas, edificios, centros comerciales, albergues de jubilados, clubes deportivos, etc., etc. Por esta razón la mano de obra era muy solicitada y esto hacia que Valentín dispusiera de personal suficiente para satisfacer la demanda de la empresa gracias a sus contactos, algunas de ellas seguramente indocumentados como él y a quienes apoyaba de manera especial y desinteresada.

Habían llegado muy jóvenes de su Guatemala él con veintidós años, ella con apenas dieciocho y el nene de cuatro años, convencidos que podrían conseguir sus sueños. La iniciativa del viaje, de cruzar la frontera y de jugárselas a como dé lugar nació de Valentín, quien a los quince años ayudaba a su padre en la crianza de puercos, hasta que un buen día vio como el patrón lo castigaba con una soga sin que éste hiciera algo por defenderse.

Desde esa fecha le juró a su padre que ni bien cumpliera la mayoría de edad se iría para América a trabajar. Deseaba hacer dinero y comprar su propia finca para dedicarse a criar y vender sus cerdos sin tener que soportar humillaciones, abusos, ni bajezas. Desde que ingresó a la empresa de limpieza Valentín aprendió rápidamente el trabajo, era muy hábil y rápido en este oficio. No había nada que pudiera detenerlo ni desanimarlo, cualquiera fuera la situación en que se encontrara, él terminaba dejándolo en las mejores condiciones.

Así pues caían a sus pies vencidos, ventanas, pisos, elevadores, escaleras, techos, baños, retretes y cuanta cosa que se presentara para limpiar, él sabía perfectamente los instrumentos y líquidos a utilizar. Daba cátedra cuando de ventanas altas se trataba, era un artista limpiándolas, hacia inclusive que el resto dejara de hacer sus labores para observarlo. Mostraba como era de diestro en el uso de esa varilla larguísima para pasarle primero el rollo con espuma y remover la suciedad, para luego terminar con la delgada navaja de jebe, que como una suerte de hoja de afeitar quitaba la espuma de los vidrios.

Así se ganó el respeto y cariño de sus compañeros que a pesar de saber que él no tenía un nombramiento oficial, sabían que tácitamente era una suerte de supervisor y así era considerado. Sin embargo la ilegalidad comenzaba a sentirse en el hogar, ese fantasma que siempre estuvo presente desde que llegaron, comenzó con su inexorable trabajo de desgaste.

La falta de la licencia de conducir hacia que Valentín tuviera que tomarse demasiado tiempo en llegar a los lugares donde era asignado a trabajar. Las interminables conexiones con trenes, buses, subir y bajar a las estaciones soportando el calor inclemente del verano y el duro abrazo del invierno adornado de nieve, granizo y terribles aguaceros, hacía que el regreso a casa se tornara dramático, la familia, comenzaba a sentir su frecuente vacío. Carolita, quien también trabajaba, sentía que el peso de la casa caía con más fuerza hacia ella, su segundo hijo nació y los quehaceres del hogar se multiplicaron aún más, sin embargo pese a todas las dificultades ella se mantuvo firme y sus hijos crecieron gracias a que supo darse tiempo entre sus labores del hogar y del trabajo.

Un buen día decidió dejar de trabajar para estar más tiempo en casa y así se lo hizo saber a su esposo que luego de las explicaciones del caso estuvieron de acuerdo. Había adoptado esta posición porque le resultaba difícil la comunicación con su hijo mayor que ya estaba en los primeros años de la adolescencia, el muchacho estaba rebelde y hacia caso omiso a las recomendaciones de su madre. Y cuando alguna vez osó darle un par de cachetadas por su atrevimiento, como respuesta recibió la amenaza que de repetirse esta agresión, llamaría a la policía, tal como lo habían adoctrinado en la escuela.

Carolita se quejaba en sus amigas más íntimas la falta que le hacia el esposo por sus recargadas responsabilidades en el trabajo - prácticamente no lo veo a veces hasta por una semana completa- decía. Valentín no sabía decir no a su manager y aceptaba todas las responsabilidades que le asignaban y su labor comprendía, sábados, domingos y cuantos feriados se presentara durante el año. Ella no se quejaba del dinero, que por lo demás les había permitido comprar ya las hectáreas necesarias en su Guatemala para el futuro criadero de puercos que ellos habían planificado. El problema era que ella aun joven, sentía que los diez años se le pasaron muy rápido y casi todos los días iguales, mucho trabajo en casa y mucho más fuera de ella.

La ilegalidad era el principal escollo para el desarrollo de su familia, principalmente para elfuturo de su hijo, el no contar con una movilidad, el no poseer un seguro de salud y la falta de papeles hacía imposible aplicar a otros tipos de trabajos mejores remunerados. Carolita en un principio creyó en las noticias de los diarios sobre una reforma migratoria que estaba gestándose desde el año dos mil, pero, que no progresó en absoluto. Sentía que cada vez que se daban marchas multitudinarias las cosas empeoraban y el resultado era tremendamente contrario a lo que se buscaba. Además era inaudito que solo por gritar y decir que merecemos la residencia se la iban a dar así de fácil.

Después se ilusionó con la promesa de Obama de hacer la reforma migratoria en los primeros cien días de su gobierno, que vio luego poco a poco prolongarse de cien a mil y quizás a diez mil días, de sabrá Dios que gobierno. Se sentía incómoda y molesta que califiquen a los inmigrantes ilegales como muertos de hambre, vagos, delincuentes y que desgasten al gobierno en el Charity care. Ella se jactaba que el dinero nunca les faltó, trabajaron y pagaron sus impuestos sabiendo que en diez años de aportación nunca obtendrían futuros beneficios. Que sus recurrencias médicas fueron solventadas con su dinero a pesar del costo que representaba, que conocía a muchos ilegales que tenían buenos capitales y pequeños negocios y que no invertían más por temor a ser detenidos y deportados.

Así fue que Carolita decidió regresar a su Guatemala querida con sus dos hijos dejando a su esposo trabajando en este país por un tiempo.  Cuenta Valentín que al principio pensó que era una broma cuando en una de esas madrugadas en la que él llegaba a casa, Carola la esperó despierta en la sala y le dio la noticia de su partida. No era realmente una novedad, ella se lo había advertido en diversas oportunidades, pero él pensaba que las posibilidades de dar ese paso eran muy, pero muy lejanas. La discusión se tornó larga y el intercambio de palabras y algunos gritos hizo que uno de sus hijos despertara, luego más calmados Carolita logró convencer a su esposo de la necesidad de dejar América por el bien de sus hijos, además que esto no representaba ninguna rabieta, mal humor, ni mucho menos. Algo tarde Valentín entró en razón y se arrepintió de entregarse totalmente al trabajo, olvidando que las horas transcurridas no regresan y que su ausencia había envuelto totalmente el hogar y ese vacío le estaba pasando una factura dolorosa.

El sacrificio de trabajar tantas horas fuera de casa para traer el pan no era excusa suficiente para salvar la situación que se le estaba presentando, el dinero al final de cuentas, no lo era todo. Carolita fue muy clara en su advertencia, le dijo que ella cuidaría ahora del terreno comprado por ellos, además el dinero que él enviara se utilizaría para armar todo el conglomerado que exige un criadero de puercos. Que ella no se iba a limitar a recibir el dinero sino también trabajaría allá y que sus hijos podría dejarlos en casa de sus padres.

Le dio licencia para quedarse en este país por solo un año más, le advirtió que si pasado este tiempo no regresaba entonces conversarían nuevamente para ver qué decisión tomarían ambos. La partida de Carolita fue comidilla por muchas semanas en el barrio latino, se hablaba en las barras, restaurantes, supermercados, fiestas y en cuanta reunión se daba. Todo el mundo se seguía preguntando ¿cómo fue que la muy noble, amable, trabajadora y abnegada esposa tuvo una decisión tan drástica? Como la de regresar a su país con sus hijos. Igualmente ¿Cómo se enteró primero doña Bertha, la poseedora de la lengua más viperina de la cuadra, de ¿Tremenda noticia? es hasta ahora un misterio, y ante tanta insistencia se dice que había dado una respuesta muy profesional – no puedo delatar mis fuentes

Los building rojos

 El bendito despertador suena peor que nunca, vuelve a sonar con ese tono rasposo, metálico, sus timbrazos son horrorosos; en realidad el ruido que derrama es el mismo, soy yo el que las escucha en diferentes tonos por el halo de nostalgia que aun arrastro desde mi partida de Lima.Después de tomar un baño arreglo mis cosas para ir a mi segunda semana de chamba y tengo todavía en mis narices el aroma de Lima, el smog de los microbuses, los gritos de mis hijos jugando en la sala. Mi paladar alcanza a degustar el sabor del último platillo que devoré hace menos de un mes antes de salir de casa: un tacu tacu con su pancito francés y mi cafecito de cebada.

Ahora camino por unas avenidas muy limpias, autos nuevos se deslizan por sus calles y unosmodernos buses asoman por sus esquinas con paraderos en la que sus gentes esperan y subenordenadamente. La agencia de empleos queda felizmente a unas pocas cuadras del lugar dondevivo y me toma unos diez minutos en llegar, el calor es insoportable y las noticias en televisión dicen que llegaremos a un poco más de 35 grados centígrados, una temperatura aún desconocida para mí.

El lobby de la agencia está llena de hispanos y en su mayoría peruanos que están hablando de las noticias de Lima, ellos al parecer ya se conocen, yo soy el recién llegadito. Me preguntan si es cierto lo que dicen del “chino” pues según ellos es el mejor gobernante que hemos tenido y el único que derrotó al terrorismo. Yo les respondo que con ese pretexto se quiere quedar veinte años más, que todo apunta, hasta donde yo estuve, que su gobierno se venía abajo por la corrupción de su asesor de inteligencia.

La mayoría habla a su favor dicen que todo es mentira por la bronca política de sus enemigos ysin proponérmelo me veo en un carga montón inesperado, felizmente aparece Gustavo elencargado de la agencia de empleos y me salva del apuro, nos atiende muy gentilmente dándonos detalles del lugar a donde trabajaremos.

- Ok muchachos – dice- se van ir aquí nomás a los buildings rojos, Omar please, lleva tú la hoja del control de horas de los muchachos.

Todos salimos, bajamos las escaleras y vamos a la esquina donde hay una tienda de ropa muy conocida en la zona, cerca está parqueada la camioneta de Omar y subimos.

- Yo los llevo chocheras, pero cada uno se regresa por su cuenta ya saben, para quien no me conoce mi nombre es Omar pero me pueden llamar “Rambo”

Me siento al lado de Juan Carlos, es la tercera vez que lo veo y es más bien callado y muyintrovertido, tiene un castellano bien educado y es muy formal en sus conversaciones, despuésme diría que fue profesor en Perú. Omar, la pinta nomás lo delata de que es un tipo bien mosca, vivo, se la sabe todas, dicen que

fue policía en Lima, usa un pañuelo amarrado en la frente al estilo Rambo, chapa que al parecer lo disfruta mucho. Llegamos al tercer piso de estos edificios que realmente son rojos tal como los conocen, la gente se relaja y se acomoda en un cuarto que sirve de vestidor. Se sueltan las mochilas y también las bromas entre los que se conocen, la chacota peruana, el chongo infaltable. Por su carácter obviamente que Juan Carlos es el punto, le cae de todo, él solo sonríe y diríamos que trata de llevar la fiesta en paz exhibiendo una buena correa bastante fingida diría yo.

- Oye Juan Carlos porque nunca te cambias esa maldita truza roja carajo, estas pasando todo el verano con la misma cosa, si no la cambias te los voy a romper compadrito – dice Omar en tono de burla.

Éste lo mira y sonríe, su sonrisa es más bien nerviosa denota cierto temor me mira y vuelve asonreír, sabe de la fama de “Rambo” lo abusivo que es y me dice bajito que se está luciendo con la gente. Entonces sorpresivamente armándose de cierto valor para no quedar mal con el auditorio que escucha atento las burlas de Omar se anima y habla.

- Es mi ropa compadre, es mi ropa no es la tuya, ¿Cuál es tu problema?

- Cuál es tu problema huevón, cuál es tu problema, me jode que uses esa cojudez todo el

tiempo.

Omar iba a decir algo más cuando de pronto apareció el supervisor de aquel lugar llamado losbuildings rojos, un gringo desaliñado que habla algo de español y no cesa de fumar, tiene los brazos tatuados y las orejas llenas de aretes – come on guys, al almacén… mucho trabajo…poco dinero….eh – comenta con su voz nasal.

Nos dio la hora de comer, que en realidad es solo media hora, Juan Carlos me conversa y dice cosas como que ese tipo lo tiene de punto, que ya no lo iba a aguantar, que su paciencia estaba en el límite, que una más y era capaz de agarrarse a golpes. Yo lo escucho, sé que solo son palabras, Juan Carlos no va a hacer nunca nada de lo que está hablando, en el fondo está atrapado en sus propios temores, sus miedos sus fantasmas, su enorme timidez estaba a flor de piel. Alguien me contaría después que él quedó afectado de los nervios a raíz del abandono de su esposa, quien lo dejó para irse a vivir con un amigo suyo a quien dio alojamiento en su casa.

Pasadas las ocho horas de rigor regresamos al cuarto donde dejamos las mochilas y maletines. Comenzamos a cambiarnos y cuando ya la mayoría se había retirado aparece Juan Carlos, yo loestaba esperando, él toma la misma ruta que yo.Levantó su mochila que dejó en el suelo y lo abrió, saco un polo y luego su famosa trusa, el poloestaba intacto, pero la trusa estaba cortada en tiritas, como una minifalda de flecos.

- Yo te dije huevón que te la iba cortar, a ver si mañana vienes con otra cosa – le dijo Omar,

mientras se acercaba hacia él.

- ¡Te voy a acusar donde Gustavo y también te voy a llevarte a la corte por hacerme esto!

“Rambo” como gustaba que lo llamaran se acercó hasta poner su rostro frente a la de Juan Carlos, casi rozándole la nariz le dice – auméntame los cargos a la corte cabrón, acúsame por cortar tu maldito y apestoso short y también por romperte la cara; te espero afuera. Charlie estaba espantado, nervioso hasta el límite, aun así me dijo – esto es el colmo, me veré obligado a pelear con este tipo ¿Y sabes qué? Yo me tengo miedo por que cuando peleo me desconozco y puedo hacer daño, no se medirme hermano, no se medirme. Pero se negaba a salir, así que después de animarlo aceptó que lo acompañara, antes de salir le pregunté si tenía otro pantalón, me dijo que no y que se pondría solamente el que estaba hecho trizas.

Tenía yo un polo más y se lo di para que se lo amarrara en la cintura y se cubriera para regresar a casa. Mientras caminaba miraba a todas partes esperando que Omar apareciera, mientras yo le repetía que él no iba a venir. Cruzamos el puente del río Passaic y llegamos a la avenida Rodgers.

- Anda nomas tranquilo, devuélveme el polo cuando puedas – le dijeJuan Carlos siguió caminando por toda la avenida subiendo para su casa. Lo vería después muchas veces pero no volvimos a trabajar juntos, siempre educado, un caballero formal, no volvimos a a hablar sobre el incidente, yo sabía que le incomodaba en sobremanera, entonces evitaba mencionarlo.

Una mañana lo encontré en la estación de trenes de la ciudad y al parecer lucia de buen humor- ¡Cayó el chino, sabias cayó el chino! – Me dijo – fíjate que estabas en lo cierto, pero se fue al Japón, de allí nadie lo saca compadre. Entonces para despedirse se daba el trabajo de mencionar siempre alguna frase célebre de las conocidas y a veces soltaba alguna novedosa y decía – esta es de mi cosecha, escucha: ¿Quién es el peor enemigo de un hispano? Otro hispano, por lo menos aquí, no lo olvides hermano, no lo olvides, nos vemos, nos vemos.

"Sangre de Hermanos". Novela de Ignacio López-Merino

 

Comentario de Néstor Rubén Taype

Gregorio “Goyo” Olazábal es un muchacho de clase media limeña e hijo de uno de los médicos más respetados de aquella época. Si bien es cierto que goza de todas las comodidades y unespacio en la sociedad capitalina, su familia no las lleva todas consigo, pues su madre lejos detener la reputación del padre, es una mujer consumida por su debilidad alcohólica y un lastredoloroso para él y su entorno. Dentro de todo este escenario él trata de hacer su vida como lade cualquier adolescente y se enamora de una linda muchacha compañera de su niñez, pero cuando andaba gozando de esos amores primaverales propias de su juventud, se encuentra con la novedad que el Perú se estaba enfrascando en una guerra con el país vecino: Chile.

Había visto en el Internet la presentación de esta novela y me llamó la atención que alguienhubiera escrito un drama, una historia de amor dentro del marco de la guerra del pacifico. Nibien obtuve mayor información sobre este libro lo mande pedir a mis familiares de Lima, yaprovechando el viaje de un amigo conseguí en unas semanas la ansiada novela. A la par también está el personaje de Eleuterio Gómez perteneciente a una familia de hacendados del norte exactamente de Cajamarca.

Había crecido conociendo las luchas internas de su familia con sus vecinos, otros hacendadoscon quienes guardaban un antagonismo de años. Para complicar aún más la difícil situación que se vivía, Eleuterio embarazó a una de las hijas de a familia en contienda, lo que desató una guerra entre ambas y por las cuales el joven provinciano partió a Lima; y a falta de techo y comida se enroló en el ejército peruano que ya estaba dándose las primeras escaramuzas en el sur. Estuve leyendo muy concentrado varias páginas del libro viajando imaginariamente hasta esa época que el autor pinta y describe maravillosamente, estaba transportado casi como un personaje más dentro de la novela, acaso a veces como uno de los soldados o como un simple viajero o tal vez un paisano observando el Perú; ese país acosado de 1879.

De pronto me vi envuelto en la defensa de Lima y se menciona San Juan y Miraflores, aquí me detuve; me vino inmediatamente la imagen de Villa, si las Delicias de Villa, está muy cerca de San Juan, mil novecientos sesenta y tres. Estoy frente a un hueco más o menos grande de los muchísimos que había alrededor del cerro La Estrella, éramos como siete los que íbamos siempre a los cerros a jugar “Combate” nos las regíamos para ver quién era el sargento Saunders, luego Kaje y Litle John. Entonces todos estábamos mirando lo que había en esta trinchera, unos dicen ¡mira aquí hay balas, no, son balazos! oye esto es como una mochila –grita otro. Yo veo botas con la suela abierta como si quieran contar algo, como si quisieran decirnos lo que pasó pero se ahogaron de soledad y calor, también telas descoloridas que no atinamos a adivinar su color original y finalmente huesos, de todos los tamaños y de diversas formas, un rompecabezas del tiempo que mis amigos desenterraban en esa casi virginal desierto. Me sentía entre asustado y curioso a la vez cuando de pronto uno de los amigos llamado Rafael nos dijo – mi viejo dice que aquí hubo una batalla con los chilenos y todos casi al unísono preguntamos ¿Y quién ganó? - Mi viejo que ha sido soldado me contó que aquí los chilenos nos sacaron la mierda.

Mientras ocurrían una serie de sucesos previos en que el joven Gregorio Olazábal se envolvía, antes de participar como combatiente por la patria, el provinciano Eleuterio Gómez ya estaba luchando en el Morro de Arica junto con el Coronel Francisco Bolognesi, héroe de dicha batalla. El novel soldado Gómez sobrevivió para contarlo y pudo escapar antes de ser capturado, salvándose por un pelo de ser fusilado. Gregorio “Goyo” Olazábal era uno de los muchos jóvenes pertenecientes a la clase acomodada de Lima cuyos padres pretendían alejarlos de la guerra enviándolos a Europa o América. Quizás fueron muchos los que partieron con ese rumbo, como también fueron otros tantos que imbuidos en ese fervor patriótico del momento, optaron por quedarse y tomar las armas aun sabiendo que era una causa perdida.

El joven Gregorio optó por quedarse causando mucho dolor a su familia y especialmente a la novia. Su padre, reputado y distinguidísimo medico era el Supervisor General de los Hospitales de Lima que se preparaba para recibir los heridos en la defensa de la capital. Dado el cargo que ostentaba tuvo que pasar durísimas experiencias durante la ocupación lidiando con el enemigo y con el mismo Patricio Lynch quien dirigía al ejército invasor.

- Vamos – dijo Rafael, que era el Sargento Saunders el mayor de todos, doce años y estaba en primero de secundaria – vamos hasta la cumbre.

Entonces me puse de pie mirando siempre a la bota con la boca abierta y pensé que así habríamuerto el soldado, con un grito ahogado. Conté como unos treinta huecos o trincheras en la subida al cerro La Estrella todas ellas iguales, llenas de lo mismo que encontramos en la primera, seguía distraído con mi palo de escoba en la mano, que era mi metralla. Di unos pasos lentos tratando de seguir contando cuando Rafael me jaló del hombro y caímos a una de las trincheras – él siguió gritando a los demás – ¡al suelo, al suelo que los nazis están bombardeando!

Entonces le pregunté – hey sargento ¿Son los nazis o lo chilenos? Uy chucha verdad, si son los chilenos de mierda. ¡Vamos soldados, todos adelante, vamos hasta la punta del cerro ahí están los chilenos! Al llegar a la cima disparamos con todo lo que teníamos, balas y granadas y también peleamos con las bayonetas ¡pum, pak, trak, fua, zas! - ¡La metralleta, la metralleta tatatatatata!

El autor nos sumerge en las aventuras de estos dos muchachos provenientes de diferentes clases sociales y origen, describiendo sus amoríos y peripecias, recorriendo, descubriendo sus virtudes y defectos, triunfos y fracasos. Ambos luego de correrías y abriéndose paso por caminos distintos llegan a coincidir en una trinchera, agazapados en la oscuridad, oliendo a pólvora, están allí luchando por sus vidas con un enemigo en ciernes inmensamente superior, son soldados, son amigos, están manchados de sangre, sangre de hermanos. La novela describe el estado social de la época, los intereses de clase y el escenario político de ese momento y el divisionismo entre los peruanos. La ignorancia de muchos, que llegaban al extremo de preguntar quién era ese general llamado Chile. La falta de identificación como Nación, un país desordenado por el caudillismo de los militares. El papel de muchas autoridades que querían dar por terminada la invasión a como dé lugar y el heroísmo de otros que deseaban vender cara la derrota como coronel Andrés Avelino Cáceres, héroe de la resistencia peruana.

Estamos cinco parados frente al sargento Saunders, los otros dos están atrás cuidando la retaguardia. Luis que es Kaje dice – sargento, no hay ningún enemigo a la redonda matamos a todos y no hay prisioneros. Luis era el que más realismo le daba a su vestimenta, su padre le había hecho de madera una suerte de metralla, como decíamos nosotros: bien bacán. Usaba el mejor casco, se traía ceniza en una bolsita y se lo echaba por la barbilla como si fuera la barba crecida, además de un fósforo que fungía de cigarrillo, tenía como yo, ocho años de edad.

¡Aguanten, aguanten! ya no puedo ser el sargento Saunders, estamos peleando contra los malditos chilenos. – ¿Cuál va a ser tu nombre Rafa? - preguntó David, el más pequeñín, tenía siempre moco pegado en su nariz, ahora moco con arena que le caía como un bigotito, era el único que siempre llevaba puestos sus zapatos, no resistía la arena caliente, los demás estábamos descalzos.

- Ya esperen, esperen, a ver, a ver. Caminaba y miraba al cielo como si quisiera recordar algo, igualito que en la escuela cuando nos preguntaban en los exámenes orales y uno no sabía que contestar.

- Ya, soy Bolognesi, el coronel Bolognesi, no, no, no, puta él murió en el morro.

- Esta bien Rafa este es un cerro como un morro, aquí es – dijo uno

- No huevón él murió en otro morro, en el de Arica.

¡Ya me acordé, ya me acordé voy a ser el coronel Cáceres!

- Vamos división síganme todos en una sola fila y pisen en mis huellas, así engañaremos al enemigo, una sola huella. Así regresábamos a casa, bajando por el cerro la Estrella algunos años después invadido, sus pobladores lo llamaron el pueblo joven “Catalá” no sé porque del nombre, pero lo que sé es que nadie enterró a esos huesos que nosotros vimos, las balas, los trozos de tela descoloridos ni a las botas que se quedaron con las suelas abiertas con ese grito callado que se perdió en el desierto, no hubo rabonas en esta batalla. Nosotros continuamos bajando a nuestro barrio de Las Delicias de Villa, regresábamos a casa todos en una sola fila como lo había dicho el coronel Cáceres. Mil novecientos cinco, se va a dar inicio a la ceremonia de la inauguración de la Plaza Bolognesi, está el Presidente de la República y sus invitados, hay muchísima gente observando tan magno evento. Uno de los asistentes es el general Roque Sáenz Peña, argentino, sobreviviente del morro de Arica donde peleó cuando era un joven oficial al lado del Coronel Bolognesi y el otro es nada menos que el mismísimo general Andrés Avelino Cáceres.

Entre el público que rodean la plaza esta uno de los muchachos, un maduro Eleuterio Gómez y con un niño a su lado miran la ceremonia. Él observa emocionado y orgulloso de haber peleado a lado de esos hombres, tal vez esté recordando algunas imágenes de ese pasado, quizás eche de menos al amigo de sus aventuras, aquel otro joven que el destino no le dio la oportunidadde sobrevivir y contarlo.

La tía Bersa

 Por: Néstor Rubén Taype

Once y media de la noche, la casa de la tía Betsabé más la llamamos Bersa, así le decía papá.Está sentada escuchando lo que conversamos con el primo Nicasio, con el primo Jorge, con la prima Rosa, ella siempre callada como mi padre. A veces hace un gesto como aceptando el comentario luego prosigue con su tristeza andina. Siempre iba a casa desde que tengo uso de razón, siempre a ver a papá todos decíamos que venía sólo por propina. Conversaban mucho se reían pero nadie entendía nada, ni siquiera mamá; hablan diferente quechua que nosotros los ancashinos - decía mi madre. Muy tarde supimos del verdadero amor a su hermano nos siguió visitando después que murió papá, recién entendíamos su tremendo silencio, su prolongadísima mudez, siempre callando.

Ahora estábamos allí visitándola en su modesta casa de Ciudad de Dios rodeada de sus hijos, no de todos, son nueve los que tiene y hay algunos ausentes.

¡Ya pues tía salud! - le digo,

- Salud sobrino - me dice.

- Salud tía, pero una sonrisita pues tía - ella hace una mueca.

- Todavía hay dolor hijo todavía me duele el corazón.

Su acento serrano que de pequeño me incomodaba, ahora me fascinaba, el acento de la tierra, de la sierra, las erres nada perdió la tía Bersa.

– Mamá - le dice uno de mis primos:

- Un salucito mamita tienes que estar caliente, con los huesos sueltos mamá ya viene, ya viene.

- Anda viejita un salucito más, todo, todo, así, así ¡Bravo, Bravo! – Celebramos al unísono.

Ya son cerca de las doce tocan la puerta.

-Ya está aquí, ya mamá prepárate – dice uno de los primos.

Abre la puerta y aparece un señor bajito, cobrizo.

- Adelante paisano asiento, usted aquí y el arpa puede dejarlo allá - Hacen un brindis. –Paisano

hay que calentarse las manos - dice mi primo otra vez.

El músico toma el arpa, se acomoda, toca las cuerdas varias veces.

-Vamos a tener que afinarla un poquito pues – dice el arpista

Mi tía espera tranquila como sabiendo cual es el ritual, ella sabe, ella espera.

- Ven mamá, llamen a Rosa que deje de cocinar – dice el primo Nicasio.

Rosa viene se para junto a mi tía, el arpista las mira y comienza a rasgar el arpa que me suena como a un yaraví, un triste, no es nada de eso, ellas comienzan a cantar en quechua, en esalengua milenaria desconocida para mí. Entonces recuerdo la melodía, es una suerte de lamento, ciertamente muy triste. Vi una vez llorar a mi padre, cuando por casualidad vimos en televisión un especial filmado por cineastas alemanes sobre Casire, la tierra de papá. Casire, pueblito dentro de Pausa, provincia de Paucar del Sara-Sara, departamento de Ayacucho. El video mostraba las costumbres del lugar y una de ellas era la despedida a jóvenes que partían a la capital. Eran despedidos por sus esposas, madres y hermanas que sumidas en ese canto de llanto y dolor, o dolor de llanto, les decían adiós a sus seres queridos, el adiós a la tierra, a la pacha mama, a la Virgen de las Nieves, patrona del pueblo. Entonces recordé a papá y me contagié de esa pena, de esa nostalgia que él sintió aquel día que partió a los diecisiete años desu tierra y a la que nunca más regresó. La canción era una remembranza para no olvidar el día que salieron de su pueblo. La tía se sentó esperando que el ritual siguiera. El arpista comenzó a bordonear y sonaba un festivo huayno, mi primo se acercó a la tía, ella se puso de pie, siempre sería y comenzó a bailar, ora suave, ora más rápido. Mi tía baila lindo igual que mis primos, todos ellos pasaron a bailar con la tía, ella no sonreía pero yo sabía que estaba alegre. Luego me tocó bailar e hice esfuerzos por hacerlo bien, recién la tía sonrió.

Me detuve, la abracé y los dos reímos - ya aprenderás hijitu - me dijo.

A propósito de Luis Pardo



Por: Néstor Rubén Taype


Mientras leía el comentario de la periodista peruana Linda Morales Caballero sobre el libro “Luis Bandolero Luis” de Walter Ventosilla http://www.tribes.org/web/2008/08/20/rescatando-a-un-anti-h(eroe-por-linda-morales-caballero/) recordaba episodios que mi madre me había contado sobre este personaje en repetidas ocasiones cuando yo era muy pequeño.

Gracias a esa comunicación oral que recibió de sus familiares ella seguía la costumbre de contar y contar cuanto ella recordaba de niña y todo lo escuchado y lo hablado por sus tíos, tías y abuelos.Mi madre quechua-hablante dice que aprendió a escondidas de su madre quien le prohibía terminantemente hablar el quechua porque según le decía esta lengua estropearía su pronunciación del español


- Hijo -  me decía- Luis Pardo fue un famoso bandolero que era muy temido en aquellos años y era un ladrón “bueno” que robaba a los ricos para darle a los pobres. Yo imaginaba a este héroe vestido de cowboy quizás a los Gene Autry o el Llanero Solitario y seguía embelesado escuchando a mi madre.

- Para ir a Lima – decía mi madre - se viajaba primero en burro o caballo desde Chiquian hasta una zona asfaltada y se cruzaba un lugar llamado mediomundo que era muy desolado y como tal era alberge de muchos asaltantes que robaban a los viajeros, siendo uno de ellos el famoso Luis Pardo.  Yo seguía imaginando las montañas y desiertos de algún lugar de California como en las películas del oeste y continuaba escuchando.

- Una vez entró un tipo a un restaurante y pidió que le sirvieran una copita de pisco, se sentó en la barra justamente al lado de Luis Pardo que también estaba bebiendo solo y le dijo ¿sabes quién soy yo? pues nada menos que Luis Pardo - Entonces hijo – ella continuaba - el verdadero Luis Pardo se puso de pie y allí mismo le disparó al farsante.

Yo nuevamente imaginaba a John Wayne o Robert Mitchum disparando contra el villano de turno en las películas de los cincuentas.


- Así pues papito contaba mi abuelo que Luis Pardo llegaba borracho a la casa buscando a la tía Diega de quien se había enamorado; porque él veía una mujer que le gustaba y se la llevaba sin importarle que fuera casada o no.

Yo veía a Kirk Douglas llevándose a caballo a Jean Simons o a Maureen O’hara trepando las montañas de Nuevo México.

- Así fue que se la llegó a robar una noche y no la regresó hasta después de una semana, y como era de esperarse  ella quedó embarazada y tuvo una niña a la que llamó Veneranda Pardo. Él tenía muchas mujeres e hijos por todo el pueblo.

 A los diecisiete años llegué a conocer Chiquian la tierra de mi madre, tal como lo hicieron  también mis hermanos. Allí me mostró la chacra que ella tenía  prestada a la tía Jesusa, y de paso preguntarnos si  estabamos interesado en trabajarla.

- Mira hijo a este bandolero querían capturarlo y traerlo a Lima, entonces el gobierno envío una tropa a cargo de un jefe policial llamado Toromazote (el nombre me pareció inolvidable) y por traición de su hermano lo atraparon, por eso a su hermano lo llamaron “Juan Caín”. Antes de caer muerto se despachó al otro mundo a ese Toromazote y luego una andanada de balas de la tropa acabaron con su vida .

 Aquí ya no me imagine nada por que pude ver en una vieja revista la foto de Luis Pardo y el jefe Toromazote tirados en el piso rodeado de la tropa que lo capturó.

- Hijo hazme recordar que esta encomienda es para entregarle a la tía Veneranda me dijo mi madre - cosa que hice en su momento - ellas hablaron y al preguntarle a mamá  me contestó que la encomienda era un encargo de mi tío Guillermo, que era su hijo.

A la tía Veneranda la conocí  ya muy anciana pero pude darle un beso y ver aun entre sus arrugas y cabellos canos sus lindos ojos verdes; no pude conversar con ella como me hubiera gustado porque solo hablaba quechua.

 Llegando a Lima fuimos a dejarle cartas al tío Guillermo, quien es viejo vecino de San Juan de Miraflores y a quien yo ya conocía de tiempo.


 Tío – le pregunté – ¿Así que usted es nieto de Luis Pardo el famoso bandolero?

- Solo sonrió y me dijo – yo solo soy Guillermo Alvarado, sobrino –

Nunca, en realidad nunca vi que le diera la más mínima importancia ni que hiciera el más breve comentario al respecto.

Fui a Chiquian llevado por mi madre para conocer también una de las fiestas más tradicionales de este pueblo, la fiesta de Santa Rosa, patrona de la ciudad que se celebra cada 30 de Agosto.

Pude ver las corridas de toros, el desfile de bailarines, las pallas y también danzar alrededor de la plaza de armas en las famosas huaylishadas, saber también de la numerosa familia de mi madre y como no enamorarme de una de las numerosas primas que recién conocía.

 Ninguno de mis hermanos ni yo  aceptamos siquiera ir de vez en cuando a ver la chacra de mami, quien inmediatamente después de nuestra negativa traspasó su propiedad a la tía Jesusa a cambio de dos frazadas y un par de ponchos.

 Estos fueron los recuerdos que se me vinieron de pronto y contados por mi madre, a propósito del libro sobre Luis Pardo escrito por Walter Ventocilla.


Golazo de la comida peruana en USA.

 


Por: Néstor Rubén Taype

Pensaba en principio escribir sobre las faltas  que cometen algunos restaurantes peruanos aquí en Nueva Jersey, de los platos bamba que nos ofrecen, aprovechando el  boom de nuestra gastronomía. Recordaba los frijoles que nos dieron en Paterson en un local con nombre algo argentino, y cuando reclamamos porque estos parecían balas,  el dueño me dijo – sorry hermano  pero no es frejol de mi proveedor – Entonces le respondí  que le dijera a su cocinero que las menestras se remojan un día antes y que le dé el hervor necesario. Igualmente de un local en Kearny que tiene el nombre de un cítrico, quien nos puso en un Arroz con Pollo una presa de barbicue, media dulzona y roja. Otro restaurante que luce el nombre de un departamento del sur y supuestamente brinda toda la gastronomia de esa zona, nos decepcionó al pedir un simple plato de  Ocopa, que sabia a huancaina.

Además, muchas de ellas, que por su tamaño y capacidad, sirven también para presentaciones en vivo de artistas y fiestas, pero que se  preocupan poco o casi nada de mejorar los servicios higiénicos (siquiera pintarlos).  Sin embargo, no todo es negativo y la popularidad de nuestra comida no es un bluf, ni una leyenda urbana, ni tampoco un cuento;  la comida peruana es bien apreciada en este Estado por propios y extraños. 

Un muchacho de Puerto Rico, casado con peruana, me contaba entusismado de todos los platos que habia conocido con su pareja. Sorprendido de que cocinaramos cosas diferentes todos los dias, de la insistencia de su esposa en no dejarlo salir si no desayunaba y de esperarlo en la noche, cuando hacia sobretiempo, para acompanarlo a cenar. Me contaba como anécdota que una vez Le insinuó que no le gustaban las lentejas, entonces ella le respondio, medio entre broma y medio en serio, que le serviría ese plato toda a semana. - Nunca le toqué  el tema nuevamente hermano - me decia riendose;  pero esta es otra historia. 

 


 Me llamó la atención que un día en la empresa donde laboramos, un salvadoreño  me preguntó ¿qué es pollada hermano?  Y yo algo extrañado por la pregunta le dije si alguien lo había invitado a una pollada. Él me dijo que solo quería saber que es pollada, la comida. Ok hermano, te explico, y le di los detalles. Cuando le pregunté donde lo iba a comprar, me dijo que no compraría nada, sino que la empresa lo estaba ofreciendo en su menú de rutina para el personal que hace sobretiempo (una práctica usual de muchas empresas aquí en NJ)   

Unos cuantos días después me programaron para quedarme a trabajar dos horas extra y como siempre me preguntaron el plato que pediría. Usualmente nos daban a escoger entre pasta y comida china, pero ahora el jefe me dijo que había una tercera opción en las comidas, es decir dos nuevas opciones aparte de las acostumbradas: platos colombianos y peruanos.  Al mostrarme el menú vi el lomo saltado, chaufa, arroz con pollo, salchipapas y la famosa pollada. Se acercaron varios a solicitar sus platos respectivos cuando sorpresivamente una dominicana  levantando un poco más la voz dijo  – yo quiero una pollada de la señorita Laura, y si no hay,  no quiero nada -  bueno, eso causó, como pueden suponer, una multitudinaria carcajada de los hispanos que estaban allí.

-          ¿Usted no va a pedir la comida de su país? Me preguntó el jefe

-          No – le respondí – yo cocino todos los días en casa – y escogí comida china.

Las preguntas me vinieron en mancha de cómo era el Arroz con Pollo la Salchipapa, el Lomo Saltado y yo tratando de ser claro las describía muy rápidamente.

Estaba sorprendido de cómo demonios había hecho  este restaurante peruano para contactarse con la empresa. Imagino al propietario peruano haciendo su focus group,  su estudio del mercado;  y luego imaginaba al tipo haciendo su presentación en power point  a los ejecutivos de esta empresa, brindando las bondades de la comida peruana, compitiendo con la comida china y las pastas de una conocida transnacional de Pizzas y la comida colombiana (muy buena por cierto) . Mayor mérito si se tiene en cuenta que los peruanos somos  pocos en esta compañía, pero se lanzaba en general hacia el mercado hispano, que si tiene un importante porcentaje.

Llegado las ocho de la noche hora de salida, ingresamos como de costumbre al comedor de la empresa a recoger nuestra orden,  la comida es  para llevársela, no para degustarla allí. Pude ver en la larga mesa, que son dos líneas, una fila de los platos con un pote de plástico adicional que era la sopa. Aun no sabía cuál era la diferencia entre tanta cantidad de comida habida en la mesa. Entonces uno de los jefes chinos me dijo que  todos los que están con el taper de sopa, eran las órdenes de comida peruana.

Esa noche habría más o menos unas cuarenta y cinco ordenes de comida, de las cuales yo conté  alrededor de veinticinco como platos peruanos, sopa y segundo como decimos nosotros. Un golazo: boricuas, ecuatorianos, salvadoreños, africanos, chinos y americanos desfilando con los platos peruanos por el largo patio de salida. Golazo peruano, decía, golazo de un restaurante peruano, de cabecita, de palomita, de chalaca, había ganado. Y ahora que dirá la pizzería si sus pedidos se veía reducida a poco menos de la mitad. Gol carajo, golazo. Ya en la puerta de salida le pregunte al jovencito de Kenia, quien no llevaba el taper de sopa, ¿qué pasó Edward, que fue de la sopita?  - me hizo una seña tocándose la barriga. Yumi yumi  mister Reuben,  y señalándome con la mano me decía las frases que ha aprendido en español , mientras caminaba– “Cuidado, no siempre, a veces, suave, suave”  y al salir sonreía y seguía repitiendo las frases y su dentadura se iluminaba.  


La rutina continúa cada noche, la comida peruana navegó a este puerto viniendo siempre con variedades de platos.  La brasileña con la chompa de su país degusta la sopa con mucha  tranquilidad, ayer nos ganaron.  Sonriendo me dice – La revancha, la revancha.  Yo no sé qué responderle, no quiero arruinar por nada el éxito de nuestra comida. Entonces le digo que si le gusta la sopita que toma con tanto gusto, y de que es;  ella mira a los lados de sus compañeras como tratando de recordar y luego de murmurar con ellas me dice – Chupe.



Las Delicias de Villa

Nos bajamos en un paradero al que llamaban Casa Blanca luego de estar sentado mas de una hora en el ómnibus. Habíamos salido de un paradero en el centro de Lima en la que había un montón de buses y mi mamá escogió uno anaranjado diciéndome que iríamos a nuestra nueva casa. Empezamos a caminar por un terral muy largo dejando atrás a unos enormes arboles y llegamos a un punto en que ese terral se acabó. Mi madre se quedó mirando como no sabiendo donde ir, pero luego nomas echó la vista para arriba y comenzamos a subir una cuesta todita de arena y era una vaina caminar, los pies se hundían a cada paso. Todo lo que se veía era solo arena y arena y unas cuantas casas. Por fin, después de subir por un largo rato mi madre me dijo allí era nuestra casa. Era un cuadrado de esteras y como puerta de entrada una de ellas recogidas que nos daban espacio para meternos. El espacio interior se veía pequeño, pero pude ver una cocinilla, un catre con un colchón fungiendo de cama y un baúl. Mi madre me dijo que fuéramos donde la vecina del frente que le había hecho señas para ir a su casa.

- Pase doña Tulita - dijo una señora joven, que mi madre llamaba Rosaurita - Siéntate aquí hijito - me dijo ella.

La vecina tenia una vivienda mejor con una sala y cocina, su esposo era albañil y le había levantado esa casita. Estábamos en la segunda zona de ese lugar lleno de arena. Alrededor habían solo casitas de estera que poco a poco comenzaron a transformarse en casas de concreto. Mi madre también comenzó a construir nuestra casa con ayuda de vecinos que eran albañiles y mi madre les pagaba de a poquitos. El propósito de esas viviendas, según lo planificado por las autoridades, era promover la crianza de animales, como una suerte de granjas. Así mi madre empezó con tener Pavos, palomas, patos, gallinas y hasta gallos de pelea.

Nosotros los niños no usábamos zapatos, no tanto por pobreza, sino que era imposible usarlos en ese arenal y lo común era estar descalzos. Parado desde mi casa al frente podía ver, primero la casa de nuestra vecina la señora Rosaura y a lo lejos el imponente y famoso cerro La Estrella, lugar donde seria nuestro principal centro de diversión. A mi derecha una loma cortada por un camino que daba a otra zona, donde se extendía Las Delicias de Villa. A la izquierda una loma mas accidentada, no era solo de arena, sino tenia muchas piedras que nos dañaban nuestros pies descalzos y al otro lado estaba un pueblo joven (así le decían) llamado Buenos Aires de Villa. eran viviendas de solo doscientos metros cuadrados, a diferencia de los nuestros que eran de mil metros cuadrados. Y atrás, en la parte baja de las Delicias de Villa, estaba primero un abismo algo grande, pero de arena, que la conocíamos como La Calichera. Un lugar fantástico para los chibolos que éramos. El abismo podría ser como de dos pisos, pero abajo tenia un verdor impresionante de plantas silvestres y se llenaba de agua en largas temporadas, pero que no pasaban de nuestra cintura. Otro lugar favorito para jugar. Mi padre y hermanos comenzaron a llegar a regañadientes, no se acostumbraban a vivir en un arenal sin agua ni desagüe ni luz eléctrica. Acostumbrados a vivir en la ciudad mis dos hermanos mayores iban y venían, ellos tenían un

departamento en Santa Cruz-Miraflores. Poco a poco las viviendas aumentaron y comenzaron a aparecer los negocios: una tienda, una panadería. Pero lo que aumentaron en números fueron los perros, cada familia tenia hasta tres perros muchos de ellos muy bravos, que eran el terror nuestro.

En los bajos de Villa, por donde pasaba la carretera sur o Panamericana sur, esta, separaba a las Delicias de Villa de una tremenda y bellísima hacienda que la conocíamos como Venturo. Tenia un enorme extensión que terminaba en las orillas de un bravísimo mar, donde estaba el exclusivo club de Villa, de la clase mas ficha de Lima. También en los bajos de Villa funcionaba la escuela primaria donde asistí a mi transición y primero de primaria, a cargo de la profesora Noema de Alva y de la bellísima profesora Aranda. Allí vivia también un jovencito, hermano de la profesora llamado Arturo Aranda, quien luego tendría participación en las guerrillas del 65, conjuntamente con el lider

Luis de la Puente Uceda, que falleciera en su intento de hacer su revolución. La ciudad quería prosperar y se eligió una directiva para su mandato. Se deseaba pavimentar las pistas de acuerdo al mapa diseñado. Pude ser testigo aun siendo muy pequeño de las primeras camionadas de ripio que se usó para hacer mas fácil el acceso de los automóviles que comenzaron a llegar. Del empuje de su gente por sacar a los camiones del atolladero de arena, colocando piedras, cartones, tablas para ayudar, la solidaridad era muy grande. El robo no fue ajeno a la naciente ciudad y tampoco de la respuesta de la población, que en varias oportunidades atraparon ladronzuelos a los que amarraban a un tronco y era flagelado, antes de ser entregado a la policia. Los pilluelos que robaban en las Directivas también se daban en esa década de los sesentas y que originaban protestas de los socios que puntualmente pagaban sus cuotas.El dirigente mas apreciado era sin duda el señor Peralta, de quien no se su nombre, pero la población lo apreciaba mucho pues era uno de los que había propiciado y hecho gestiones con el gobierno para lotizar estos terrenos.

El cerro La Estrella era el lugar de exploración y donde nosotros los niños jugábamos en sus arenales virginales, caminábamos descalzos entre esas dunas de arena y jugábamos nuestra serie favorita: Combate. Fuimos testigos que detrás del cerro en esa hondonada enorme, encontramos decenas de trincheras, llenas de huesos y uniformes amarillentos, de mochilas rotas, de botas con la suela abierta y balas, enormes balas. Hoy las autoridades hacen una fiesta cuando en alguna construcción se encuentra los restos de soldados de la guerra del 79; cuando allí en los arenales de Villa había montones de restos de una guerra, que parecía que había sido reciente. Nadie les dio cristiana sepultura, todos fueron abandonados a pesar de estar cerca de Lima y que era lugar de entrenamiento del ejercito.

Cruzando este lugar de las trincheras, pasando una segunda loma, aparecía como un espejismo una enorme laguna en pleno desierto. No había explicación, simplemente estaba allí y se convirtió en la playa de los vecinos de Villa y los de San Juan de Miraflores. La laguna fue llamada también La Laguna de la Brujas debido a que cobró muchas víctimas que se ahogaron en sus aguas. Nosotros éramos visitantes continuos y mis hermanos, excelentes nadadores se la cruzaban frecuentemente.En la parte alta de la segunda zona había un lugar en la que se criaba ganado vacuno y muchas ovejas. La chivatera, así la llamábamos a una quinceañera que los pastaba en

compañía de muchos perros pastores que hábilmente guiaban al rebaño. Nosotros corríamos detrás de la manada disfrutando del espectáculo, de los corderillos que saltaban y eran muy traviesos y no mantenían la disciplina de los mayores y eran corregidos por los perros pastores. Veiamos en el rebaño muchas veces los nacimientos de las orejitas o chivatos que se daban en pleno camino. Sin duda era un bello recuerdo de mi niñez.

Fueron vecinos nuestros la familia Martell, la familia Morales y los Jimenez. Hubo una familia de afroperuanos en que la señora era una saumadora de la procesión del Señor de los Milagros y era conocida como tal, se le apreciaba en las fotografías que se publicaban en la época. Esta señora tenia la costumbre de insultar a voz en cuello a sus vecinos y desde su ventana daba gritos a los cholos, así nos llamaba y daba rienda suelta a sus rabietas con las groserías respectivas del mas alto calibre. Sin embargo sus hijos eran un pan de Dios, el mayor era músico de trompeta, que se le escuchaba cada tarde practicarla y el menor era un negrito simpático y educado con un enorme carisma y muy querido por la vecindad, ironías de la vida. La hacienda Venturo era el lugar de paseo por sus enormes plantaciones y sus bellos árboles a donde íbamos a pasar la tarde. Muchas veces lo hacíamos con los vecinos a sacar maíz cuando estaba ya entrando la noche, a veces teníamos éxito y lográbamos recoger un saco de choclos y otras veces salimos corriendo cuando el guardián se daba cuenta y nos disparaba perdigones. Sin embargo, cuando cosechaban papas y camotes, luego de terminada la faena de los obreros, el capataz, seguramente con autorización del propietario, avisaba que tal día habría “rebusca” así se denominaba este tipo de acto. Todos nos colocábamos detrás del tractor y cuando éste arrancaba y removía los surcos de la tierra, entonces lo que salía nosotros lo tomábamos y llenábamos nuestros costales, era una verdadera fiesta. Hoy me gustaría visitarla y como luce después de tantos años; que será de aquel arenal que rompimos su virginal suelo, clavándole palos con esteras y piedras para sostener las primeras viviendas y a punta de esfuerzo salir de nuestras pobrezas. Si, quisiera recorrer nuevamente esta inmaculada ciudad de Las Delicias de Villa.

Mi propio sendero

Antonio “El Ché”

 “ No ché no bebo, no puedo, te acompaño con un jugo de naranja nomás, mirá ché como te estaba diciendo, al principio tenés que luchar con...